¡A vista de TAPAS!
Este trabajo parte de una tarea universitaria, donde la relevancia del contexto social se fusionaba con la fotografía y decidí realizar un proyecto de texturas a partir de una encuesta que se había realizado publicando un ranking de las 10 mejores tapas favoritas de los españoles.
El ser celiaca coarta el disfrutar de la vida social al uso, ya que el sector de restauración no está preparado, ni tiene una conciencia real para darnos un servicio adecuado y, a veces, optas por “Tapear in the house”.
El salir de tapas forma parte de nuestra idiosincrasia, fundada en tres columnas: la calle, la comida y la bebida.
De mi condición de chef, aunque ya no ejerzo, y mi celiaquía e intolerancias, para mí la cocina es un arte social, pero como esta vez no será la única que operaré con la materialidad del alimento, aquí va un aperitivo.
Todo lo que tenga la palabra “gastro”, está de
moda: la gastro-nomía, logía, nómada,
náuta...
Ya antes del 2020, cuando tuvimos que permanecer encerrados en nuestros hogares, la cocina era un aliciente para muchas, pero el acceso a Internet y el “tiempo libre” han provocado una exaltación del alimento, ya sea para su disfrute, su control, su manipulación...
El “saber de viandas” no solo es una cuestión de seguir al pie de la letra una receta en un vídeo de youtube o saber darle una presentación glamurosa para Instagram a una lata de mejillones.
Se entiende de guisar cuando los sabores están en el cerebro y se trabajan en tu mente para hacerte una idea aproximada de su resultado y, esto, como todo, necesita de mucha práctica, tiempo y “maña”, y un millón de cosas más, por eso “cocinar” es un arte.
El arte y el manjar han aparecido a lo largo de la historia, independientemente de la cultura, tal que en los mosaicos romanos donde había restos de comida en el suelo que directamente iba para los muertos, Cristo y sus cenas en el medievo, Leonardo y sus apuntes de cocina, las “naturalezas muertas” del barroco con su paso del tiempo entre la vida y la muerte, pinturas con mesas y comensales, ya sean en solitario o acompañados, el “Eat Art”, todo en relación con el refrigerio y sus happenings, bodegones, figuración con alimentos, etc.
A lo largo de la historia, la comida se ha plasmado en el arte y siempre ha tenido mucho contacto con los filósofos.
Pitágoras, dicen que podría ser el primer vegano, ya que proclamaba evitar el derramamiento de sangre de los animales, hablaba de una alimentación ligera para ayudar a cuerpo y mente. Platón parece que ya hacía gala de una especie de “dieta mediterránea” para aumentar la inteligencia.
Descartes ya destacaba estudios de medicina donde se mencionaban las dietas y la salud con su importancia en la sangre, junto con otros fluidos, y su relevancia en las enfermedades.
Jean-Jacques Rousseau promulgó la lactancia como alimentación esencial para el desarrollo biológico, emocional y del Estado, porque hasta entonces, los bebés tenían cuidadoras y nodrizas que los amamantaban en un trabajo más.
Kant filosofó de hábitos saludables, recomendando que, para vivir más, era necesario una rutina para facilitar la circulación de la sangre y el tránsito intestinal.
A Ludwig Feuerbach, se le atribuye la frase “el hombre es lo que come”, dando lugar a una comprensión hacia la repercusión de la alimentación, ampliando los estudios a la neurociencia y la biología, la asimilación o no de nutrientes y sus razones...
El propio Nietzsche probó varias dietas para las enfermedades que padecía, entendiendo así su importancia y relevancia para el individuo, tomando conciencia del impacto del lado moral y espiritual que tiene la alimentación relativa al hombre.
Actualmente, la importancia de nuestra fuente de energía, tanto en su origen y en su procesado ha adquirido una dimensión relevante, a tener en cuenta por parte del individuo para ser responsable en su calidad de vida, pero que también, debido al modelo productivo en el que nos encontramos, hemos generado incongruencias ideológicas o patologías que se desarrollan por la propia comida, a manera en mi caso, una enfermedad autoinmune, la celiaquía.
¿Qué es la celiaquía?, una intolerancia a la proteína llamada gluten, que se encuentra en los cereales (trigo, avena, cebada, centeno...) y en otros alimentos procesados, manufacturados, donde no debería añadirse, pero se hace. Por la contra, los que son “fabricados” y están exentos de dicho prótido para dar elasticidad o conservar algunos productos, con exceso de azúcares o “E- ́s” (aditivos) para dar color o sabor, que son más perjudiciales que beneficiosos, por ejemplo, a la hora de aumentar de peso, o todo lo contrario.
Ya antes del 2020, cuando tuvimos que permanecer encerrados en nuestros hogares, la cocina era un aliciente para muchas, pero el acceso a Internet y el “tiempo libre” han provocado una exaltación del alimento, ya sea para su disfrute, su control, su manipulación...
El “saber de viandas” no solo es una cuestión de seguir al pie de la letra una receta en un vídeo de youtube o saber darle una presentación glamurosa para Instagram a una lata de mejillones.
Se entiende de guisar cuando los sabores están en el cerebro y se trabajan en tu mente para hacerte una idea aproximada de su resultado y, esto, como todo, necesita de mucha práctica, tiempo y “maña”, y un millón de cosas más, por eso “cocinar” es un arte.
El arte y el manjar han aparecido a lo largo de la historia, independientemente de la cultura, tal que en los mosaicos romanos donde había restos de comida en el suelo que directamente iba para los muertos, Cristo y sus cenas en el medievo, Leonardo y sus apuntes de cocina, las “naturalezas muertas” del barroco con su paso del tiempo entre la vida y la muerte, pinturas con mesas y comensales, ya sean en solitario o acompañados, el “Eat Art”, todo en relación con el refrigerio y sus happenings, bodegones, figuración con alimentos, etc.
A lo largo de la historia, la comida se ha plasmado en el arte y siempre ha tenido mucho contacto con los filósofos.
Pitágoras, dicen que podría ser el primer vegano, ya que proclamaba evitar el derramamiento de sangre de los animales, hablaba de una alimentación ligera para ayudar a cuerpo y mente. Platón parece que ya hacía gala de una especie de “dieta mediterránea” para aumentar la inteligencia.
Descartes ya destacaba estudios de medicina donde se mencionaban las dietas y la salud con su importancia en la sangre, junto con otros fluidos, y su relevancia en las enfermedades.
Jean-Jacques Rousseau promulgó la lactancia como alimentación esencial para el desarrollo biológico, emocional y del Estado, porque hasta entonces, los bebés tenían cuidadoras y nodrizas que los amamantaban en un trabajo más.
Kant filosofó de hábitos saludables, recomendando que, para vivir más, era necesario una rutina para facilitar la circulación de la sangre y el tránsito intestinal.
A Ludwig Feuerbach, se le atribuye la frase “el hombre es lo que come”, dando lugar a una comprensión hacia la repercusión de la alimentación, ampliando los estudios a la neurociencia y la biología, la asimilación o no de nutrientes y sus razones...
El propio Nietzsche probó varias dietas para las enfermedades que padecía, entendiendo así su importancia y relevancia para el individuo, tomando conciencia del impacto del lado moral y espiritual que tiene la alimentación relativa al hombre.
Actualmente, la importancia de nuestra fuente de energía, tanto en su origen y en su procesado ha adquirido una dimensión relevante, a tener en cuenta por parte del individuo para ser responsable en su calidad de vida, pero que también, debido al modelo productivo en el que nos encontramos, hemos generado incongruencias ideológicas o patologías que se desarrollan por la propia comida, a manera en mi caso, una enfermedad autoinmune, la celiaquía.
¿Qué es la celiaquía?, una intolerancia a la proteína llamada gluten, que se encuentra en los cereales (trigo, avena, cebada, centeno...) y en otros alimentos procesados, manufacturados, donde no debería añadirse, pero se hace. Por la contra, los que son “fabricados” y están exentos de dicho prótido para dar elasticidad o conservar algunos productos, con exceso de azúcares o “E- ́s” (aditivos) para dar color o sabor, que son más perjudiciales que beneficiosos, por ejemplo, a la hora de aumentar de peso, o todo lo contrario.
Resumiendo, lo mejor que puede hacer un celiac@ es “cocinarse” (o que te cocinen si eres dependiente) evitando productos industriales para prevalecer la salud, minimizando así las posibilidades de padecer otras
enfermedades autoinmunes relacionadas.
Es necesario que estemos alerta a las problemáticas digestivas, más allá de decisiones éticas o morales, ya que son una clara expresión de nuestra sociedad.
Es necesario que estemos alerta a las problemáticas digestivas, más allá de decisiones éticas o morales, ya que son una clara expresión de nuestra sociedad.